Coppelia

La comprensión por los clásicos del repertorio que Julio manifiesta en sus diseños, son una constante en su obra como vemos en los diseños que realiza para las puestas en escena del Ballet de Cámara de Madrid, con el que colabora desde su fundación, creando tanto escenografías como vestuarios, que responden a ese concepto estético naturalista, que había desarrollado a través del trabajo con Alicia Alonso, y todas las consideraciones que sobre el estilo, y la construcción escénica seguía la artista para concebir una obra de estas características. Esta compañía, que reivindica el repertorio romántico clásico tradicional, a través de la puesta en escena de las versiones coreográficas de Alicia Alonso (en su gran mayoría) también es heredera por tanto de ese entorno realista y naturalista que demanda la propia comprensión coreográfica de la historia, en la búsqueda de la conjunción entre el lenguaje estético y el lenguaje coreográfico. Tanto en aquellos ballets de tratamiento mitológico como puede ser Giselle o El lago de los cisnes, como en ballets de demi-carácter, el concepto visual de la pieza responde a una intencionalidad naturalista, que construye el entorno tanto físico como dramatúrgico a través de la iconografía de lugar. Dentro de esta herencia de repertorio, que lega al Ballet de Cámara de Madrid, Alicia Alonso, es el ballet Coppelia, que llega bajo la dirección artística de la Maïtre Loipa Araujo, quien aporta no solo el conocimiento de las versiones coreográficas de La Alonso, de las que fuese protagonista, sino que también aporta su experiencia como ensayadora y repetidora en las mas importantes compañías del mundo. La versión de Coppelia del Ballet de Cámara de Madrid se estrena el 30 de mayo del año 2009, en el Teatro del Bosque en Madrid.

«La coreografía de Alicia Alonso pone en escena toda la luz de la historia, la ingenuidad de sus personajes, da preferencia a la historia de amor de los dos jóvenes […] Alicia Alonso consigue así una entretenida y encantadora noche de ballet, llena de simpatía, alegría y de luz […] La nueva producción que ha puesto en pie el Ballet Nacional de Cuba acentúa esta luminosidad […] La Coppélia cubana es un delicioso y divertido juguete y supone una excelente ocasión para disfrutar en el ballet.»

Julio Bravo, ABC , España, 1999

Alicia Alonso en el año 1957 presenta su versión en el teatro griego de Los Ángeles con un éxito rotundo. En esta ocasión interpreta el papel de Swanilda acompañada por André Eglevsky. Diez años después realizó una importante revisión de la obra para una nueva producción con el Ballet Nacional de Cuba, y con posterioridad dirigió su puesta en escena en el Ballet de Bellas Artes, México, D.F. (1976). Convirtiéndose estos en los antecedentes directos de la producción del Ballet de Cámara de Madrid.

Para este ballet, Julio Castaño, utiliza las notas folkloristas del ballet desde la perspectiva de la versión de Petipa, sin embargo apoya la tesis de Alonso sobre el universo del Dr. Coppelius al que no concibe como un ser oscuro, sino como un hombre que quiere curarse de soledad, por lo que en el segundo acto, construye un espacio simbólico en el que existe oscuridad, por falta de luz pero no falta de alma, creando un entorno mucho más amable al adentrarnos en el Universo surrealista de la casa de Coppelius, para descubrir los muñecos autómatas del inventor, no como algo macabro sino como la construcción de un espacio alternativo y paralelo a la realidad, que se ha creado este anciano para sobrevivir en el día a día. La propia configuración del Dr. Coppelius, a partir del vestuario, nos deja entender por su estética alejada de las alegorías folclóricas del resto de los personajes, como pertenece a otra época, ataviado con una indumentaria más cercana a la estética de la moda del siglo XVIII para los hombres, con casaca, chupa y camisa con bordados y manga larga con puños fruncidos abotonadura, con el pantalón que ajusta por debajo de las rodillas (calzoncillo), calzas de algodón blanco, y zapatos altos de grandes lengüetas, adornados con

hebillas, que lo vuelven una nota discordante dentro de la estética de la villa donde habita, un personaje, que emerge del pasado y que se ha quedado congelado en el tiempo, quizás persiguiendo afanosamente el sueño de dar vida a su muñeca autómata, Coppelia, a la que quiere como a su creación más preciada.

A través de los diseños vemos una producción de este ballet, que nos ubica claramente en tres ambientes completamente diferentes, pero que a su mantienen la continuidad dramática de la obra, desde el punto de vista emocional de los personajes principales. Un primer acto lleno de colorido, que a su vez respeta el ambiente sobrio de la Zcharda, la alegría y colorido de la Mazurca, mientras que Swanilda y sus amigos, llenos de color, desbordan la alegría de la juventud. Un segundo acto, que como apuntamos antes, se aleja de lo macabro, a la vez que se introduce en esa oscuridad espiritual, pero que en el fondo nos descubre el deseo idílico de Coppelius que no es otro que llenar su soledad, mientras que, en el tercero, se crea el ambiente festivo de las bodas de Swanilda y Franz.

Un detalle que llama la atención en los diseños de Castaño es como realiza guiños estéticos al Romanticismo y al Clasicismo, estilos muy definidos de la danza académica, a través de la estética del vestuario y que se pueden entender en relación con la propia coreografía y a la concepción de Coppelia como ballet de transición entre ambos estilos, vemos que Swanilda, viste tutú de plato, y solo cuando se convierte en la muñeca Coppelia, viste el tutú romántico, mientras que las amigas, visten el tutú romántico en el primer acto, y en el 3ro, visten el tutú clásico o de plato, como damas de compañía de su amiga en la celebración de la boda, en los que encontramos las alegorías de los trajes típicos húngaros en los que se inspira.

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